El otoño siempre llega cargado de frutos, y este año no ha sido la excepción gracias a las lluvias de primavera. En Semillistas, estamos especialmente emocionades porque finalmente hemos podido cosechar cornicabra, Pistacia terebinthus, una semilla que llevábamos tiempo queriendo recolectar. No todos los años las semillas logran madurar de manera óptima para germinar, y este año, con paciencia y dedicación, ¡lo conseguimos!
Cada ramita que recogimos contenía semillas de colores distintos: verdes azuladas y rojas. Las semillas rojas están vacías y no sirven para germinar, mientras que las verdes azuladas son las que nos permitirán continuar con nuestro trabajo de reforestación. La cosecha es solo el primer paso; luego debemos separar las semillas de las ramitas, someterlas a flotación para identificar las mejores, dejarlas un día a remojo y batirlas con cuidado para retirar la pulpa sin dañar la semilla.
Una vez limpias, las extendemos en nuestro armario secador hasta que estén completamente secas. Con guantes, raspamos las semillas para retirar cualquier resto de piel seca y, con un ventilador, eliminamos las últimas impurezas. Finalmente, las almacenamos en bolsas estancas y en la nevera, asegurándonos de que se mantengan en perfecto estado durante varios años.
Es un proceso meticuloso y laborioso, pero cada paso está lleno de ilusión. Saber que estas semillas podrán convertirse en nuevos árboles y contribuir a la reforestación nos llena de esperanza y nos recuerda por qué hacemos lo que hacemos. Cada semilla es una oportunidad para regenerar nuestros bosques y cuidar del planeta que compartimos.






